domingo, 5 de febrero de 2017

Este equilibrio entre estabilidad y evolución es un logro, no un evento ni fortuito, ni sencillo... Es la Constitución la que establece la división de poderes; la que estipula los pesos y contrapesos; la que alienta la pluralidad política y la competencia partidista...

Palabras del Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado Enrique Peña Nieto, durante la Ceremonia Conmemorativa del 100 Aniversario de la Promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.


            Señoras y señores:

            Muy buenas tardes a todas y a todos los asistentes a esta celebración y conmemoración, precisamente, del Centenario de nuestra Constitución, de nuestra Carta Magna.         

            Quiero saludar a los Presidentes de las Mesas Directivas del Senado de la República, de la Cámara de Diputados.

            Al señor Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

            Al señor Gobernador del Estado de Querétaro.

            A los integrantes del Gabinete del Gobierno de la República.

            Al señor Presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores.

            A la Gobernadora y Gobernadores de las distintas entidades federativas, que hoy nos acompañan.

            Y al señor Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

            De igual manera, saludo a dirigentes de partidos políticos.

            A Coordinadores Parlamentarios de las distintas fracciones que conforman el Congreso de la Unión.

            A los Titulares de los distintos órganos autónomos del Estado mexicano, y a sus integrantes, o a los integrantes que hoy aquí nos acompañan.

            A miembros de la sociedad civil.

            Y a muy connotados invitados que hoy nos acompañan, en este acto republicano.

            Señores representantes de los medios de comunicación.

            Señoras y señores:

            La Constitución de 1917 dio sentido histórico y proyecto de futuro a la Revolución Mexicana.

El Constituyente, reunido en Querétaro, logró difundir los ideales de los insurgentes, de los federalistas de 1824, de los liberales de 1857 y de los revolucionarios.

            Hace cien años, en este recinto, los Constituyentes sintetizaron, en un documento magno, los valores y aspiraciones del pueblo de México.

Ahí están incorporados los valores de soberanía, libertad y justicia; de democracia e igualdad, que nos han inspirado, que nos han orientado, y nos han unido a través del tiempo.

Ahí están, también, las aspiraciones más profundas y permanentes del pueblo mexicano: La justica social, el derecho a la educación, la equidad en las relaciones laborales.
Al plasmar nuestros valores y aspiraciones, la Constitución de 1917 es, sin lugar a dudas, nuestro permanente proyecto de Nación.

            La esencia de nuestra Constitución trasciende épocas. Han cambiado algunas formas y varias de sus instituciones, pero no los valores que le dan vigencia.

            Nuestra Ley fundamental se ha transformado, porque la realidad nacional también ha cambiado. Se ha fortalecido para responder a las necesidades de nuestro tiempo; se ha renovado para aprovechar mejor las oportunidades.

Entre cambio y permanencia, entre modernidad y tradición, está la fortaleza de nuestro dinámico proceso constitucional.

            Este equilibrio entre estabilidad y evolución es un logro, no un evento ni fortuito, ni sencillo.

Las reformas constitucionales son posibles porque la propia Carta Magna da cauce a la unidad en la diversidad.

            Es la Constitución la que establece la división de poderes; la que estipula los pesos y contrapesos; la que alienta la pluralidad política y la competencia partidista.

Y ahora, como nunca antes, nuestra Constitución es la que motiva a la participación ciudadana, en la vigilancia y fiscalización de la vida pública.

            Si hemos podido construir acuerdos y consensos en favor de México, es gracias a que la Constitución promueve el diálogo y el entendimiento, a través de una vida democrática.

            Nuestra Ley Suprema se ha reformado así para mejorar la educación de nuestros niños y jóvenes; para incorporar a la población al desarrollo tecnológico.

            Se ha transformado para impulsar la competencia en sectores estratégicos del desarrollo nacional; para ponernos al día y destacar en el mundo. Se ha mejorado para institucionalizar la transparencia, el combate a la corrupción y la rendición de cuentas.

            Nuestra Carta Magna también se ha enriquecido para lograr una justicia más pronta y expedita, más confiable, cercana y eficaz en la vida de los mexicanos.

            En esa ruta surge el decreto promulgatorio que hoy he firmado en materia de Justicia Cotidiana.

            Queremos que nuestra Constitución y nuestras leyes acerquen más la justicia al ciudadano; queremos que faciliten la mediación y la conciliación entre las partes, y queremos que ofrezcan soluciones oportunas a los conflictos ordinarios en cualquier comunidad.

            La justicia cotidiana nació de una demanda ciudadana. Y hoy nuestra ley fundamental se ha fortalecido para atenderla y darle respuesta.

            Todos estos avances retoman el espíritu de los Constituyentes de 1917: hacer de la norma un instrumento para mejorar la vida diaria de los mexicanos.

            Para todos está claro que el Centenario de la Constitución ocurre en una coyuntura difícil. Los paradigmas sociales, económicos y políticos, a nivel internacional, están cambiando aceleradamente.

            Los sentimientos de frustración, temor e incertidumbre se han extendido y agudizado en todos los continentes, ante un contexto cada vez más volátil y más complejo.

            Este ambiente de desencanto y preocupación es también un llamado de atención para nuestro país.

            Hoy nuestra Nación, como pocas veces en su historia reciente, está a prueba.

            Vivimos momentos cruciales, momentos en que se han conjuntado desafíos del exterior con retos del interior.

            Son tiempos de decisiones. Decisiones que no sólo van a determinar nuestro presente, sino también el futuro de nuestros hijos y el de las próximas generaciones.

Son tiempos que llaman a la unidad. Unidad en lo esencial, unidad como sociedad y como nación. Unidad para encontrar juntos soluciones a las exigencias de nuestro tiempo.

            De la claridad y firmeza con que actuemos, y de la unidad que preservemos, dependerá el bienestar de México.

            Recordemos el ejemplo de los Constituyentes: ninguna, ninguna de sus diferencias les impidió concretar el proyecto colectivo que necesitaba el país para reconciliarse.

            Aprendamos de ese brillante episodio de nuestra historia.

            México exige de nosotros unidad. Unidad no alrededor de una persona o un Gobierno, sino unidad en torno a los valores de la Constitución, los valores de nuestra ley fundamental: soberanía, libertad y justicia, democracia e igualdad.

            Soberanía para que nosotros, y solo nosotros los mexicanos, sigamos siendo los forjadores de nuestro destino.

            Libertad en todos los ámbitos, para que las mexicanas y los mexicanos puedan expresar sus opiniones, defender sus creencias y desplegar todas sus capacidades.

            Justicia para hacer respetar los derechos de todos, para que haya un piso parejo y superemos las brechas que separan a los mexicanos.

            Democracia para decidir juntos lo que queremos para México; para que la mayoría elija, respetando siempre los derechos y la voz de las minorías.

            E igualdad para que nadie se quede atrás, para que en todos los rincones de la Patria haya oportunidades de mejorar, de superarse y de progresar.

            Todos estos son los valores fundamentales y persistes que le dan sustento y vitalidad a nuestra unidad nacional.

            Unidad nacional para construir, a partir de los ideales que nos legaron los fundadores de nuestra Nación.

            Unidad nacional para cumplir la promesa de un mejor futuro que nos hicieron los insurgentes, liberales y revolucionarios.

            Cerremos filas para alcanzar las más altas aspiraciones políticas, plasmadas en nuestra Ley Suprema, para lograr una convivencia pacífica y civilizada, fincada en la fraternidad, la igualdad y el respeto a los demás.

            Para consolidar a la democracia como una estructura jurídica y un régimen político, pero, sobre todo, como un sistema de vida, fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.

            Unámonos para cumplir los mandatos laborales y económicos de nuestra Constitución; para que toda persona pueda hacer realidad su derecho a un trabajo digno y socialmente útil; para que la estabilidad económica y financiera sea la base más sólida del desarrollo nacional.

Para que todos los derechos que reconoce nuestra Constitución sean una realidad en la vida diaria de los mexicanos.
          
            Sigamos trabajando juntos para que México consolide su presencia en el concierto de las naciones, observando siempre los principios de igualdad jurídica de los estados y solución pacífica de las controversias.

En suma. Sigamos avanzando juntos, teniendo como guía e inspiración a nuestra Constitución.

            Señoras y señores:

            Vivimos una nueva era, un nuevo ciclo histórico.

Hoy las circunstancias mundiales y nacionales son muy diferentes a las de hace 100 años.

En 1917, la inmensa mayoría de los mexicanos no sabían leer, ni escribir y vivía en el campo, sin servicios básicos, sin centros de salud, ni vías de comunicación. La economía era predominantemente agrícola, la industria y los servicios eran muy incipientes.

En cambio, el México de 2017 es un país con un creciente desarrollo humano y un claro perfil urbano. Contamos con una población joven que se prepara para triunfar y contribuir al desarrollo.

            Creemos en una economía abierta, moderna y competitiva, que participa en los mercados globales con bienes y servicios de la más alta calidad.

            Es mucho lo que México ha cambiado para bien en 100 años. Trabajemos juntos para cuidarlo.

            En estos nuevos tiempos es indispensable que no perdamos de vista hacia dónde vamos; que mantengamos el rumbo.

            Al igual que hace un siglo, la Constitución debe ser nuestra brújula y nuestro faro.

Sigamos avanzando con base en los valores y las aspiraciones contenidas en nuestro proyecto de Nación.

Reivindiquemos, día tras día, los ideales que nos unen e identifican.

            Que no haya distracciones, ni extravíos.  No perdamos impulso buscando salidas falsas o soluciones simplistas.

No olvidemos las duras lecciones del pasado. En la vida de las naciones no hay caminos cortos, ni rutas fáciles. No hay atajos hacia al desarrollo. No se ganan carreras sin esfuerzo, sin sudor.

Sólo hay logros duraderos cuando hay empeño, dedicación constante e infatigable perseverancia.

            Hagámoslo entre todos y para todos.

Honremos la obra de los Constituyentes y escribamos juntos una página que sea recordada como nosotros recordamos la de ellos: una página de unidad y de orgullo nacional. Una página de valor y dignidad.

            Muchísimas gracias.

            Voy a proceder, si me lo permiten, mantengámonos de pie, porque quiero expresar en ello un particular reconocimiento y gratitud a nuestras Fuerzas Armadas, porque durante cuatro años, durante nuestra vida institucional han sido realmente los defensores de las instituciones democráticas y de los valores fundamentales que consagra nuestra Constitución.

Por ello, México siempre tendrá un permanente reconocimiento y gratitud para nuestras instituciones Armadas, que todos los días dan lo mejor de sí, arriesgan su propia vida, cada uno de los integrantes de nuestras Fuerzas Armadas, precisamente para velar por México, cuidar a México y preservar nuestros valores fundamentales.

            Y en este marco, han sido precisamente nuestras Fuerzas Armadas, quienes han llevado estos facsimilares de nuestras constituciones para que los mexicanos los conozcan, para que se interioricen y aprendan, precisamente, de los valores que están aquí consagrados.

            Y en este marco, y a eso me refería en estos últimos cuatro años, en los cuales se ha llevado esta exposición itinerante, que ha corrido a cargo de nuestras Fuerzas Armadas, es que hoy, en esta fecha tan solemne, he de hacer la declaratoria de clausura a la Exposición Itinerante de  los Facsimilares de los Sentimientos de la Nación de 1813, y de las Constituciones Políticas de 1824, 1857 y 1917, actividad que ha contribuido a difundir los documentos que han sentado las bases jurídicas del México actual.

Pero, sobre todo, que han sentado las bases y preservado los valores fundamentales que inspiran el diario actuar de los mexicanos.

            Dicho esto, queda clausura esta exposición.

Y qué viva México, señores.

            Muchas felicidades.
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